Mi cuadernismo de textos automáticos y una terapia de recorta y pega para realizar collages de todo tipo, me sorprende cuando abro a voleo cualquier viejo cuaderno y me encuentro de sopetón con algo contemporáneo…

Hoy por la mañana, he conectado con lo que hice ayer por la tarde, presentar -junto a Ángel Aleja y Amado Storni- el tercer libro de relatos de una artista singular, la mexicana madrileña María Gloria Torres Mejía. Un alma que pinta, escribe y compone las letras de las canciones de su propio grupo de rock, Schinny Black. El sugestivo título, “Concierto para ácaros y otras mentiras literarias” enlaza con la publicación también de su nuevo CD, “Koncert für akarus”. Y con una esquina de mi cuaderno… Como se puede leer en la foto, a principios de 1992, debí tomar repentina medida de mi pequeñez y de una manera poética traté de definir lo que no es fácil, nuestra dimensión espacial.

Los seres humanos cuando miramos al cielo y nos proyectamos hacia fuera, hacia lo que intentamos comprender o percibir de la inconmensurable magnitud del Universo, de una manera torpe, imaginamos ese más y más y más y más, allá… Los físicos cuánticos, tan místicos ellos, están demostrando que “hacia dentro” de nuestro cuerpo físico somos también infinitos. La nanotecnología lo está demostrando.

En el eje de nuestra percepción humana de cinco sentidos, actuando en tres dimensiones, lo que nos vincula con lo que llamamos realidad, en ese vértice, sentimos que “estamos” entre el Cosmos y el Universo propio. Hay un escalafón dentro de nosotros: microorganismos que tienen conciencia, que sienten y se comunican entre sí y con el medio que les sustenta, como cualquier especie. A mi me apasiona el mundo bacteria, esa masa de seres que me avisa del peligro en mis tripas antes de que pudiera formular cualquier alarma intelectual en mi cerebro. Pasteur dijo que “el papel de lo infinitamente pequeño en la naturaleza es infinitamente grande”. Las bacterias se rejuvenecen permanentemente, un patrón fractal que se remonta al origen de la vida en la tierra… Somos un cuerpo, somos los microorganismos; dos kilos de células bacterianas habitan en nuestro intestino… Por ahora vuelvo a algo más grande, a los ácaros, esos microscópicos y descabezados arácnidos de extraños cuerpos y enormes bocas que se zampan nuestras células muertas y excretan desechos que a muchos humanos producen molestas alergias.

Los cuentos de Gloria están repletos de ácaros, hormigas, cucarachas, abejas, moscas, moscardones, mosquitos, hormigas, tortugas y algunos humanos. Somos mundos dentro de mundos, dentro de mundos… En un colchón cualquiera hay mas trasiego de vida ácara que en todo el continente europeo. También somos ácaros, pero nos percibimos bellos.

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