imagen-post-11-trabajo-preceptoRedacción “El trabajo como precepto Divino”. 1 Mayo 1965

Juanita Andueza – Primer Premio Nacional – Centro Sindical “La Elipa”.

“Según me han contado, Dios hizo el mundo en seis días y el séptimo descansó. Sentado encima de un montón de mundos pequeños, claro estaba muy cansado, Dios dijo me he pasado porque esto es muy grande que ni yo mismo puedo mirar en donde acaba. Yo no sé cuánto tiempo estuvo mirando Dios su trabajo, tan enorme, pero no estaba contento, las cosas que había creado estaban como paradas. Lo voy a poner en movimiento porque me aburro y Dios movió las manos, entonces las cosas empezaron a moverse. Yo no sé medir cuanto tiempo estuvo Dios mirando eso tan grande que se movía y se hacía más y más y más grande. Dios estaba sentado encima de un montón de mundos pequeños que eran como una butaca de orejas. Para darse cuenta de lo grande que era todo Dios se subió a la butaca. Su trabajo era bueno, el mundo crecía y todo se movía. Unas cosas muy pequeñas se movían más que nada. Eran los hombres y las mujeres del mundo más pequeño que trabajaban para estar vivos. Dios se puso contento, de todo su trabajo esas cosas pequeñas, los hombres y las mujeres, trabajaban tanto como él. No paraban de trabajar con el suelo, con la ayuda de los animales, con el agua, con la lluvia, con el fuego, con la ayuda de los más inteligentes. Todo trabajaba para estar vivo. Los hombres y las mujeres no paraban. Dios dijo que para eso les había creado y ahora podía descansar. Entonces, Dios se tumbó en unos mundos pequeños que hacían de cama y vio como los hombres y las mujeres siguieron trabajando, hasta ahora”.

Ha sido toda una sorpresa: Tirando y ordenando papeles, me he encontrado con el arrugado borrador de esta redacción tan antigua. Una redacción con la que gané este premio, en competición con muchos colegios nacionales, en el sagrado día del Trabajador Sindical. Aunque pueda parecer infantil que a mis dieciséis años yo describiera, con esa sencillez y pureza, el comienzo del Génesis, hay que comprender cuál era esa época franquista, católica, aislada y oscura en la que vivíamos los españoles y, sobre todo, las mujeres adolescentes. Ahora sé que mi luz interior, mi fantasía, mi humor, mis ganas de aprender, abrían brecha en las tinieblas de un piso humilde y pequeño, en la mente de mi madre, tan doliente y violenta, en la sordidez ambiental y en la muralla de una sociedad amedrentada, asustada, ignorante y sometida. No era fácil respirar esa ignorancia en la que nos sumieron a los jóvenes de la posguerra, apenas unas bocanadas de oxígeno intelectual que había que inhalar por conductos secretos.

Recuerdo que la convocatoria era para celebrar el Día del Trabajo Sindical. Con cierta urgencia entregué mi redacción. Tiempo después, con toda seriedad y orgullo por parte de los profesores, me comunicaron que yo había ganado el primer premio nacional. Me acompañaron al Centro Sindical del barrio de La Elipa de Madrid, a recoger un diploma -que se ha perdido- y una colección de libros; una gorda biografía de Napoleón, que me fascinó, un MapaMundi -que aún conservo- y ese libro que enmarca esta subida de Blog: “Los secretos de la pesca submarina”: un libro fascinante para una joven como yo que, por entonces, aún no había tenido la oportunidad de ir a ninguna orilla a conocer ningún mar. Al menos, esa lectura sumergió a aquella Juanita en lugares ignotos, lejanos, para paliar la sequedad de ese mar rígido de Castilla. Los secretos de la pesca submarina me proporcionaron mucha más curiosidad aún por los profundos misterios del mundo. Y así sigo, escribiendo, para ganar el mejor premio de todos, conocer, inventar, relatar y bucear en los mundos cercanos y lejanos, en donde debe ser cierto que eso que llamamos Dios, Universo, Mente o Energía se fractala (palabra para definir lo indefinible) a Sí Mism@” interminable, infinitamente.

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