Me pregunto por qué me estoy descosiendo desde hace meses…
La pared abdominal se me ha abierto como una cremallera floja; el resultado es que empujan mis vísceras y tengo un bulto en el vientre. Con paciencia, estoy esperando una cirugía que me “cosa” los dos músculos con una malla. Bien, Maestros de la Costura Clínica hay. Además, a mitad de diciembre pasado, después de una tarde gloriosa interpretando yo al locuelo doctor Bertelsmann, en la divertida presentación del nuevo libro de biografías Reinas de leyenda de Cristina Morató, pasó algo. A la mañana siguiente, me desperté con una mancha negra en la visión del ojo izquierdo. Bastante alarmada, me fui a Urgencias del Hospital Ramón y Cajal de la Comunidad de Madrid, donde me hicieron muchas pruebas, para finalmente diagnosticarme un desprendimiento de retina. A la semana siguiente, un sabio cirujano me cosió el desgarro. Largo reposo y paciencia. El problema posterior es que tengo la mácula dañada, un susto, una molestia visual que me perturba profundamente.
Un desgarro silencioso, como ese dolor que rompe -ya- en el tejido y deshilacha la estructura.
Suele ser el viento el que desgarra una bandera cualquiera, de la paz o de la guerra, a base de sacudidas, cuando el sol ha hecho su lenta labor trituradora y el mensaje, de rendición o victoria, ha caducado. La erosión que nos abraza por todos lados permite en sus huecos la entrada de un molde nuevo. Se traslada la materia de lugar a otro para construir lo presente. Nada perdura desde su origen; ese peregrino tiempo pule y borra y modifica y construye. La voluntad de la vida del planeta compone y recompone lo que existe y la forma se manifiesta, una y otra vez. Somos parte de esas formas: cada cuerpo físico de cada ser humano se regenera en un constante afán de perdurar. La memoria es un depósito inestable, un pozo confuso. Respiramos átomos ajenos, el maná más sutil en este holograma. La conciencia crea la apariencia del cerebro, este órgano está diseñado para mantenerme viva. Desde la célula que crea los tejidos, luego los órganos y todo su sistema, ese organismo que funciona por sí mismo, nos vive. Entonces, lo que creo que es real es una creación propia.
“Miro” mi vida, desde el cabalístico engranaje de la memoria, eso me da identidad. Yo soy eso que he creado, un personaje con muchas facetas. Ahondar en la espeleología propia, esas cavidades donde se esconden monstruos y fantasmas, es la tarea más dura y cansada. Rastrillar sucesos pasados, eliminando espejismos y trampas, promete encontrar el tesoro enterrado. Sé que he llegado al lugar exacto; el cofre muestra una sola esquina brillante. Extraer el tesoro, mientras las arenas del ego se escurren por los bordes y costados no permite que emerja esa forma que -aun intuyendo- no podemos contemplar del todo: el alma.
Los abrigos de mi infancia se modificaban cuando estaban gastados. Un viejo abrigo, que una modista daba la vuelta a la tela para convertir la prenda en un chaquetón, dignificaba la carencia con elegancia. Si soy ahora ese chaquetón de mi infancia modesta -que yo luzco con gracia y fantasía- reconozco que llevo varias reparaciones costureras que no son orgánicas. Mi alma pidió entrar en la materia para investigar la Vida. ¿Qué átomos quedan de aquel cuerpo sanguinolento que apareció en un lugar y en un día del calendario gregoriano? ¿Qué hilo de plata ha construido, ha cosido la estructura de esto que llamo “mi” vida? La mente se construye, se forma, a duras penas con la deformación de la educación y las creencias. Salvados los escollos impuestos, hace mucho tiempo, he tomado mi reestructuración como un trabajo primordial. Arquitectura y Cirugía de daños y estropicios. Después de violentos y devastadores conflictos bélicos se emprende la reconstrucción de las ciudades, cada estrato es un capítulo histórico. Las ruinas son lecturas, los cadáveres, enciclopedias.
La vejez anuncia una vuelta del vehículo a la materia para dejar ese hueco gastado. Lo sensato sería comprender que todo el bagaje que se porta se deja aquí, se libera, para volver a ser nauta celestial. Cada modelo de carro es único y bello por sí mismo, cuesta aceptar que solo es una apariencia que debe volatilizarse. Diferentes traumas y disgustos, algunos golpes brutales, están empotrados en los resquicios del vehículo. ¿Cuándo ocurrió algo que me impactó como un camión sin frenos dejando su huella en mi cuerpo físico? Las heridas ocultas son pequeñas joyas que, por la presión interna, se han convertido en los diamantes que hay que extraer. Con esas joyas hay que hacerse una corona que muestre nuestra divina potestad humana.
¿Qué es lo que no quiero ver de lo que me rodea que ha distorsionado mi lente del ojo? Tantas cosas feas… Ahora, mi visión del ojo izquierdo es submarina, todo se ondula y mueve: la pecera del mundo contiene demasiado plástico, fealdad y barbarie. Lo acepto, pero no quiero cegarme. El ojo derecho enfoca lo que siempre he llamado “mi” realidad, otro espejismo. Mi visión humana es imperfecta. El verdadero Ojo de Orus está en el fondo de mi cerebro, la glándula pineal. Ahí se ve claramente. Un día, se me desprendió la retina como una persiana rota que cae al suelo. La luz es captada por la retina. ¿Mi inconsciente quería convertir lo que veo en una noche perpetua? No, yo quiero más Luz, como decía Goethe, más Luz de Entendimiento. No quiero cegarme. Quiero ver, mirar la vibración en su estado más sencillo. Restaurar la persiana de mi ojo fue posible, ahora queda estabilizar la mirada interior para ejercer un milagro lázaro y andar, de nuevo, por el tramo que me queda como un faro de Amor, Armonía y Conciencia. Eso Soy. Y en eso Estoy.

 

Se cumplen 25 años de la salida al espacio del telescopio espacial Hubble. El día que se dio la noticia en la prensa que se había mandado al espacio un telescopio, con una gran y poderosa lente, a todos nos pareció que un gran ojo -humano- iba a escudriñar el espacio como nunca antes se había hecho… Por entonces, yo trabajaba como redactora literaria en un programa diario, nocturno, en la recién estrenada emisora de radio, Onda Cero. Esta noticia fue uno de mis primeros artículos, entusiasmada por poder ver “más allá”, gracias a ese novedoso trasto tecnológico, más poderoso que mi propia fantasía “verniana”.

Por entonces, también yo estaba sumida en una nebulosa personal donde no veía más allá de mis narices. Sobreviviente -ya- de los flecos que quedaban en la extinción de aquella “movida” madrileña -que yo hice mía- moviéndome en espiral en galaxias drogotas, con destellos de supernovas convertidas en agujeros negros, tuve la gran suerte de que un cometa, llamado Conciencia, me atravesara un día de arriba abajo en plena calle. Esa revelación, en vez de disparar mi fantasía hacia fuera, hacia el infinito mas infinito que podía percibir mi pequeñez, cambió mi trayectoria y me internó en los albores de mi infinito Ser. Todavía sigo navegando por esos espacios que no se acaban nunca…

El programa de radio en cuestión se llamaba “Del cero al infinito”. En esta época tecnológica, se llama “reseteo” a reordenar un sistema; por ejemplo, el apagar y encender un móvil para que el sistema interno se recomponga. Ya lo creo que esa fue la contabilidad inicial desde aquel día: del cero al infinito, del caos al orden. Esa revelación, esa palabra, esa advertencia, esa ayuda, que me habló y dijo: “se acabó”, abrió en plena calle mis párpados petrificados. Y, muy poco a poco, empecé a ver con claridad: hasta ahora, pasados veinticinco años de limpieza, purificación y reseteo, lejos de adicciones de todo tipo, el gran ojo que es la conexión con la Conciencia me permite llegar a los aledaños de mi núcleo y atisbar la maravilla que contenemos cada Ser en nuestra Esencia.

Basta un parpadeo de cansancio, de duda o de mirar hacia otro lado para que se empañe esa lente prodigiosa. Al Hubble le tuvieron que modificar la lente tiempo después porque se le empañaba la visión; después de la corrección técnica, para nuestro asombro, el telescopio nos sigue mandando los paisajes más fascinantes del Universo. Eso pasa con la visión interior, hay que limpiar la lente constantemente para saber descifrar con exactitud los componentes de lo que contenemos; mas allá del cuerpo denso que también es un Universo fabuloso. Somos nuestra NASA particular, con los ingenieros propios y las estaciones espaciales en activo. Celebro esta efemérides y la hago mía.