Se cumplen 25 años de la salida al espacio del telescopio espacial Hubble. El día que se dio la noticia en la prensa que se había mandado al espacio un telescopio, con una gran y poderosa lente, a todos nos pareció que un gran ojo -humano- iba a escudriñar el espacio como nunca antes se había hecho… Por entonces, yo trabajaba como redactora literaria en un programa diario, nocturno, en la recién estrenada emisora de radio, Onda Cero. Esta noticia fue uno de mis primeros artículos, entusiasmada por poder ver “más allá”, gracias a ese novedoso trasto tecnológico, más poderoso que mi propia fantasía “verniana”.

Por entonces, también yo estaba sumida en una nebulosa personal donde no veía más allá de mis narices. Sobreviviente -ya- de los flecos que quedaban en la extinción de aquella “movida” madrileña -que yo hice mía- moviéndome en espiral en galaxias drogotas, con destellos de supernovas convertidas en agujeros negros, tuve la gran suerte de que un cometa, llamado Conciencia, me atravesara un día de arriba abajo en plena calle. Esa revelación, en vez de disparar mi fantasía hacia fuera, hacia el infinito mas infinito que podía percibir mi pequeñez, cambió mi trayectoria y me internó en los albores de mi infinito Ser. Todavía sigo navegando por esos espacios que no se acaban nunca…

El programa de radio en cuestión se llamaba “Del cero al infinito”. En esta época tecnológica, se llama “reseteo” a reordenar un sistema; por ejemplo, el apagar y encender un móvil para que el sistema interno se recomponga. Ya lo creo que esa fue la contabilidad inicial desde aquel día: del cero al infinito, del caos al orden. Esa revelación, esa palabra, esa advertencia, esa ayuda, que me habló y dijo: “se acabó”, abrió en plena calle mis párpados petrificados. Y, muy poco a poco, empecé a ver con claridad: hasta ahora, pasados veinticinco años de limpieza, purificación y reseteo, lejos de adicciones de todo tipo, el gran ojo que es la conexión con la Conciencia me permite llegar a los aledaños de mi núcleo y atisbar la maravilla que contenemos cada Ser en nuestra Esencia.

Basta un parpadeo de cansancio, de duda o de mirar hacia otro lado para que se empañe esa lente prodigiosa. Al Hubble le tuvieron que modificar la lente tiempo después porque se le empañaba la visión; después de la corrección técnica, para nuestro asombro, el telescopio nos sigue mandando los paisajes más fascinantes del Universo. Eso pasa con la visión interior, hay que limpiar la lente constantemente para saber descifrar con exactitud los componentes de lo que contenemos; mas allá del cuerpo denso que también es un Universo fabuloso. Somos nuestra NASA particular, con los ingenieros propios y las estaciones espaciales en activo. Celebro esta efemérides y la hago mía.