Tiza, lápiz, pluma estilográfica, bolígrafo, rotulador, algunas veces plumilla y tinta, esos han sido mis instrumentos ológrafos habituales, para cualquier tipo de mensaje, pensamiento o reflexión, durante toda mi vida. Ah, sin olvidar mis primeras mecánicas, las fabulosas máquinas de escribir. Las Olivettis de mi vida, cacharros grandes, pesados, donde podía aporrear con fuerza las teclas al escribir y darle al tabulador unos embates como si quisiera empotrarlo en la pared…

Y ahora, el ordenador…

Pero vuelvo a los soportes: márgenes de periódicos, servilletas, papeles de envolver, reciclados, cuartillas, folios. Cuadernos, cuadernos y cuadernos. Papeles de todas las texturas, escritos a mano, con letra constante, sin borrador, sin corregir. Catarata secreta. A veces furiosa. Confesionario sin tapujos. Y ese río de cuartillas y folios enviados por correo: cartas. Confesiones que desembocaron en ojos asombrados, emocionados. Últimamente, ojos agradecidos por descubrir un sobre escrito a mano en esos buzones de correos que solo contienen publicidad o facturas. O eso que mi hijo Hugo denominó “cartas bomba”, mensajes personales míos que, la mayoría de las veces, no solo no tuvieron contestación si no que hicieron naufragar para siempre amores o amistades.

Cuando me atasco con los diferentes cibersistemas de escritura al uso, a menudo, suelo confesar a mis jóvenes amigos que yo vengo del pizarrín. Sí, en mi primera escuela de párvulos usábamos pizarrín y una tiza. Y pizarra en la pared, claro. Mas tarde, se usaron aquellos cuadernos, de una y dos rayas, para caligrafía a lápiz, que tan buena letra me conformó para siempre: letra legible que ha ido cambiando con el tiempo, como mi personalidad. Siempre letra de dibujante, porque escribir es dibujar y dibujar es jugar con las formas, con los pensamientos, con las ideas.

Tinteros, plumillas; por eso sigo dibujando con plumilla y tinta china, me encanta ese olor mineral de la tinta, los dedos manchados, el cuidado necesario para no estropear el dibujo hasta que seque…

No he parado de escribir en cuadernos. En ellos están depositados los más honestos, sinceros y escabrosos sentimientos míos. En esos cuadernos he recortado, pegado y realizado infinitos collages con material encontrado, arrancado o sacado de la basura. Una forma diferente de dibujar. De construir arte de papel, hasta caben imágenes tridimensionales. Una forma artística de meditar. Todo cabe en un cuaderno.

Por tanto, queda inaugurado este “Cuadernismo digital”, necesario complemento y forma cibernética de arropar mi web www.juanaandueza.es.

Quién sabe quien leerá esto. No importa. Para cada lector que me lea, mi verdad y mi alma estarán aquí.